Días de futuro pasado
[De cómo me enamoré del rock progresivo]
El Domingo de Gloria de 1968 regresábamos de pasar la Semana Santa en la playa. Nuestra numerosa familia de tíos y primos venía en varios vehículos. Mi hermano Carlos y yo, en el carro de unos primos algo mayores que nosotros. De pronto, en una curva, un vehículo que venía de frente comenzó a adelantar a un camión y nos robó la derecha, lo que nos forzó a salir de la carretera. El resto de la historia se la pueden imaginar: nuestro carro volcó y descendió por una cuesta dando varias volteretas, hasta que un árbol lo detuvo. Saldo final: un vehículo menos, aporreos generalizados para mi hermano y mis primos, y una fractura del fémur derecho para mí. Esa misma noche fui hospitalizado en lo que para entonces era el modelo de un gran hospital público: el Ana Francisca Pérez de León, ubicado en la avenida Francisco de Miranda, en Petare. Allí pasé los dos siguientes meses de mi infantil existencia en posición horizontal.
Durante mi estancia leí algunos libros, hice amistad con el personal médico y de enfermería, y me dediqué, sobre todas las cosas, a una de mis primeras y más queridas aficiones: dibujar. Pero también eran muchas las horas, acostado y sin hacer nada, por lo que le pedí a mi madre que me comprara una radio para escuchar música. Fue así como me aficioné a sintonizar algunas emisoras que radiaban programas de música pop por la tarde, particularmente Radio Caracas Radio y luego, la naciente y novedosa Radio Capital. Pero una noche ocurrió que, presa del insomnio y sin poder conciliar el sueño, con todas las luces apagadas y como quien comete una fechoría, decidí encender mi radio a muy bajo volumen para escuchar qué estaban radiando en ese momento. ¡Cuál no sería mi sorpresa al descubrir que a esas horas el mundo musical se volteaba como cuando uno voltea un pantalón del revés! A esa hora se podía escuchar toda la música que, por razones estrictamente comerciales, no se radiaba durante el día ni por equivocación. Fue así como descubrí un territorio musical nuevo y desconocido para mis entonces once años de edad, el cual consistía, fundamentalmente, de un inexplorado universo de blues y de rock. Desde esa noche en adelante, y sin nadie que me dijera a qué hora tenía que dormir ni a qué hora tenía que apagar la radio, no paré de escuchar la programación nocturna.
Ya fuera de mi convalecencia y finalizando la década de los sesenta, mi conciencia musical se empezó a enriquecer, a ensanchar y a exigir un poco más de elaboración del material que escuchaba. Fue así como, más allá de The Beatles, The Rolling Stones y The Beach Boys, comencé a descubrir bandas un poco más jóvenes: Crosby, Stills and Nash; Blood, Sweat and Tears; Deep Purple, Black Sabbath, Traffic, Pink Floyd, Cream y Led Zeppelin, entre muchas otras. Pero también descubrí otras como Yes, Genesis, King Crimson y Gentle Giant, todas bandas británicas. Más tarde, en 1972, y ya total y completamente intoxicado con aquella música, descubrí, sin proponérmelo, a Premiata Forneria Marconi (PFM), una de las agrupaciones más emblemáticas del escenario musical italiano, y que se convertiría por siempre en mi banda preferida de rock progresivo. Ese día fui a una de mis discotiendas favoritas, Mr. Moustache, situada en la planta baja del Centro Comercial Los Ruices, lugar donde también, por cierto, queda Radio Capital. El joven que atendía la tienda me sugirió que escuchara un disco que recién acababa de llegar: Per un amico, de PFM. Ese día, ese disco partió mi vida y mi conciencia musical en dos mitades: antes y después.
.
Premiata Forneria Marconi en la actualidad
.
Aún recuerdo cómo los amigos con los cuales me reunía para escuchar discos, me miraban como bicho raro por la música que ahora me gustaba. Algunos de ellos me abandonaron. Otros siguieron siendo fieles a las sorpresas que les deparaba la aguja de mi tocadiscos. Más tarde irrumpirían en mi vida, con la misma intensidad, Bach, la salsa, el jazz y la música coral. Pero esa es otra historia.
0-0-0-0-0-0
Mr. Moustache hace mucho tiempo que desapareció, amén de otros espacios importantes para el melómano de entonces como Musical Serrana y Discos Miranda, en Chacao, y Don Disco, en la avenida Urdaneta. Lo que aún no ha desparecido, ni creo que lo hará, es mi afición por el rock progresivo y por Premiata Forneria Marconi, mi banda favorita, por siempre.
Comentarios recientes