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The Singers Unlimited

Serendipia

Una serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta. También puede referirse a la habilidad de un sujeto para reconocer que ha hecho un descubrimiento importante aunque no tenga relación con lo que busca. En términos más generales se puede denominar así también a la casualidad, coincidencia o accidente. [Tomado de Wikipedia]

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Len Dresslar, Don Shelton, Bonnie Herman y Gene Puerling

Aún recuerdo una muy lejana noche de 1976 sentado en el porche de nuestra casa en Guarenas, a mis diecinueve años, practicante entre muchas otras cosas de ciclismo, fútbol y música. No habían pasado muchos días en que me había vuelto un asiduo radioescucha de un programa llamado “La Lechosa Biónica”, mezcla ecléctica de variados estilos cuyo anfitrión bien sabía administrar a lo largo de su espacio radial. Supongo que el nombre pudo haber sido inspirado por una serie de televisión de la época de nombre “La mujer biónica”. Pues bien, una calurosa noche de aquellas, el locutor, a quien pido disculpas por no recordar ni su nombre ni la emisora que emitía el programa, luego de haber “pinchado” algunos discos de salsa, rock, jazz y otras yerbas de su exquisita ensalada musical, de pronto suelta lo siguiente: “Seguidamente, vamos a escuchar You are the sunshine of my life con The Singers Unlimited”. En ese momento me pregunté “¿Y quiénes demonios son The Singers Unlimited?” Hasta ese momento sólo había escuchado algunas canciones muy comerciales de un grupo con un nombre muy parecido a ese, Love Unlimited. Luego de escuchar aquello me quedé paralizado durante algunos segundos que me parecieron interminables preguntándome cómo era posible que alguien pudiera “voltear” una canción de la manera en que yo acababa de escucharla. Pasaron algunos días y noches más y de nuevo estaba yo en el porche de nuestra casa en otra calurosa velada con La Lechosa Biónica. Y de pronto mi anfitrión radial suelta lo siguiente: “Seguidamente, vamos a escuchar Silent night con The Singers Unlimited”, y yo me dije “¡Ja! Vamos a ver qué hace ahora el genio de la botella con Noche de paz”. Y esta vez no fueron segundos sino una parálisis total luego de los tres minutos y treinta y tres segundos que duró aquello, produciendo una fisura, una fractura y una ruptura definitiva en mi hambriento e imberbe esquema musical.  No podía creerlo. El mismo grupo con el que noches atrás había sufrido la total devastación de mis esquemas volvía por sus fueros a terminar de barrer lo poco que hubiera quedado de la primera experiencia. Y yo me preguntaba: “¿Y de dónde salió este conjunto, quienes son The Singers Unlimited, qué mente ‘perversa y retorcida’ está detrás de la concepción de esos arreglos?” Para el incipiente arreglista y compositor que yo era, intentando siempre descubrir nuevos territorios y tratando de orientarme a través de ellos con mi propia brújula, aquello fue como pararse frente al “Portal Místico”, citando una frase de Toy Story.  Era como entrar a un mundo completamente nuevo de posibilidades armónicas inauditas hasta entonces en el universo de la música vocal.

A la mañana siguiente salí a hacer una exhaustiva exploración de la topografía de discotiendas caraqueñas. Al final de la tarde nadie, en ninguna tienda de discos, había sabido decirme ni darme la más mínima pista de quiénes eran The Singers Unlimited. Y yo me decía: “¡No puede ser que en este país no haya una sola persona que no sepa nada acerca de The Singers Unlimited excepto mi anfitrión de La Lechosa Biónica!” Estando en el área de Chacaíto y casi al borde de la derrota recordé una tienda que quedaba en el Centro Comercial Único, frente a la actual plaza Brión. Su nombre era La Media Nota (Inolvidable el afiche de un niño con un plato de spaghetti en la cabeza que había en la puerta de la tienda). Luego de las preguntas de rigor, el chico que trabajaba para la tienda me dice: “Lo que tenemos son unos discos de Love Unlimited”, y yo le digo: “¡No, vale, The Singers Unlimted! Tienen una versión de You are the sunshine of my life y otra de Silent night”. Y el chico me dice: “Lo siento, pero no tenemos nada de ese grupo”. Ahora sí, totalmente derrotado, me apresto a salir de la tienda luego de un día hurgando aquí y allá buscando mi nuevo Grial, cuando de pronto el muchacho de la tienda me dice: “¡Espérate un momentico!” y comienza a buscar con dedos ágiles en la sección de jazz de la tienda, rescatando del fondo del océano dos álbumes de The Singers Unlimited, Feeling Free y A Cappella II, los cuales se convertirían en las piedras fundacionales no sólo de mi colección de The Singers Unlimited sino de todos los conjuntos vocales que tengo en mi discoteca. De ahí en adelante, comenzó una cacería que sólo finalizó en 1982 cuando salió al mercado su último álbum, el número quince, Easy To Love.

Luego de todo este cuento, algunos sabrán de qué he estado hablando, y otros, no. Para aquellos que no, debo decirles que The Singers Unlimited ha sido uno de los conjuntos vocales más influyentes de los últimos cuarenta años. Y lo seguirá siendo por los próximos cuarenta, sin temor a equivocarme. Producto de la mente de Gene Puerling (Eugene Thomas Puerling, 31 de marzo de 1929/25 de marzo de 2008), uno de los músicos autodidactas más influyentes en el mundo de la música vocal de conjunto por sus exquisitos, endiablados y sorprendentes arreglos, The Singers Unlimited estuvo conformado desde el comienzo por Bonnie Herman, Don Shelton, el propio Puerling y Len Dresslar. Herederos del legado de The Hi-Lo’s (de ellos hablaremos en otra entrega) y veteranos curtidos en el área de la música publicitaria, The Singers Unlimited fue creado en 1967 como un grupo sólo para hacer jingles comerciales. En 1971, Oscar Peterson se quedó tan atónito al escucharlos en un demo de The fool on the hill, que de inmediato los propuso a Hans Georg Brunner-Schwer, propietario y productor de MPS Records, en Alemania, para grabarlos en su sello discográfico. Brunner-Schwer se enamoró de ellos ‘al primer sonido’ y se convertiría en el hechicero que plasmaría adecuadamente el pensamiento sonoro de Gene Puerling aprovechando las bondades de la para entonces novedosa tecnología multicanal.

Hans Georg Brunner-Schwer

Hans Georg Brunner-Schwer

Una o dos veces al año, volarían al cuartel general de MPS Records, en el antiguo pueblo de Villingen, en la Selva Negra. Entre álbumes, Puerling pasaba la mayor parte del tiempo haciendo los arreglos. “Me tomaba al menos un mes escribir cada arreglo porque no soy un músico consumado. No toco piano”. El debía tener todas las partes vocales en el lugar correcto antes de las sesiones de grabación, dado que el alquiler permitía sólo una semana en el estudio. Gene enviaba los arreglos a sus compañeros con un mes de antelación a fin de que los estudiaran y se familiarizaran con las densas estructuras armónicas, pero el nivel de lectura que poseían era tan rápido que prácticamente no revisaban el material hasta tanto el grupo no estuviera reunido en Alemania. Durante la mañana del domingo previo al primer día de grabación, se reunían en un parque cercano al hotel y le daban una mirada a los arreglos. Éstos eran tan densos que requerían de voces diáfanas, sin vibrato o cualquier otro elemento que pudiera enturbiar el sonido. Pero una vez que la grabación daba comienzo, dice Puerling, “no teníamos problemas en absoluto. Pasábamos largos días, algunas veces desde las 7.30 de la mañana hasta las 8 o 9 de la noche”. Los cuatro se metían en la cabina a grabar, simultáneamente, cuatro partes vocales, luego otras cuatro, y así sucesivamente, según la complejidad y característica del arreglo que estuviesen registrando. Cada uno de sus álbumes lo hicieron en cinco días, a razón de dos temas diarios. Hoy en día a cualquier grupo le toma semanas o meses registrar diez temas.

Puerling

Gene Puerling

Con este procedimiento produjeron quince hermosas joyas vocales entre 1971 y 1980, de las cuales me permito recomendarles, sin reserva alguna, A Capella, Christmas, A Capella II y A Capella III, cuatro piedras miliares en la historia y evolución de la música vocal de conjunto. La primera de estas joyas, A Capella, obtendría uno de los más estimados premios de la industria discográfica alemana, el Deutscher Schallplattenpreis. El fallo del jurado: “Aún tomando en cuenta las posibilidades presentadas por las sofisticadas técnicas de grabación, los efectos logrados aquí por tres hombres y una mujer bordean lo imposible. La música, diseñada principalmente para el entretenimiento, se convierte en arte puro”. Escuchar una canción conocida versionada por ellos es como viajar al final del arco iris y poder regresar con una parte del tesoro que allí se encuentra escondido.

Dada la imposibilidad de cantar en vivo, The Singers Unlimited jamás se presentó ante audiencia alguna. Era un grupo sólo para escuchar. ¡Y vaya lo que el solo hecho de escuchar puede deparar! Como compositor y arreglista puedo decir que escuchando sus discos incontables veces tuve, en Gene Puerling, a uno de mis mejores maestros. Es increíble, cómo aún hoy día, sigo descubriendo detalles en cada uno de sus discos. Su legado constituye una parte vital e importante en mi formación y educación musical y estoy seguro que en la de muchos otros. Cada uno de sus discos se ha convertido en objeto de culto para los amantes de la buena música vocal. La siempre correcta conducción de las voces, el trabajo de armonización y de rearmonización, la capacidad de poder sorprenderte en cada esquina y rincón de la música, el buen gusto a toda prueba, aparte del trabajo vocal propiamente dicho, constituyen por sí solos una de las mejores escuelas que pueda tener cualquier persona involucrada con la música vocal de conjunto. Sé que todos aquellos que descubrieron The Singers Unlimited, cada uno en su momento y a su manera, compartirá mis apreciaciones sobre la calidad y la importancia de esta agrupación en la historia de los conjuntos vocales a nivel mundial, así como la influencia que ha ejercido, ejerce y seguirá ejerciendo sobre el trabajo de directores, arreglistas y cantantes de todo el mundo. Como prueba de ello podemos poner sólo un ejemplo, Take 6. Muy probablemente, The Singers Unlimited jamás tuvo la popularidad que ahora tienen tantos grupos vocales y quizá pueda deberse a la complejidad de su legado. Pero lo que sí es cierto es que muchos de estos conjuntos no habrían existido de no haber sido gracias a The Singers Unlimited. O a Gene Puerling.

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Definitivamente, ya no quedan empleados como aquel, con tal memoria fotográfica, porque al buen buscador de discos es difícil que se le olvide una carátula que haya visto antes, así no le interese el disco en cuestión. Para una persona como yo, que ha estado involucrada con el mundo vocal desde hace muchísimos años, descubrir The Singers Unlimited iba a ocurrir tarde o temprano. Para mi fortuna ocurrió más temprano que tarde. Y todo gracias a que una calurosa noche de 1976 me senté a escuchar La Lechosa Biónica, sin poder ahora recordar el nombre de su anfitrión, a quien debo agradecerle por siempre haber colocado esos discos, esas dos noches. Y al destino, por haberme puesto a esa hora a escuchar la radio en el porche de nuestra casa en Guarenas.

Discografía completa:

In Tune – with Oscar Peterson Trio [1971]

A Capella [1971]

Christmas [1972]

Four of Us [1973]

Invitation – with Art van Damme Quintet [1974]

Feeling Free [1975]

A Capella II [1975]

A Special Blend [1976]

Sentimental Journey [1976]

Friends [1977]

Just In Time [1977]

With Rob McConnell &The Boss Brass [1979]

Eventide [1979]

A Capella III [1980]

Easy To Love [1982]

Actualmente es muy difícil adquirir todos los álbumes, en disco compacto, de forma individual. Algunos se pueden conseguir a buen precio; otros, a un costo exorbitante. Ahora bien, no todo está perdido. En 1997 MPS Records lanzó al mercado Magic Voices, una caja con todos sus álbumes [a excepción de Christmas] compilados en siete discos compactos. Adicionalmente, en 2006 publicó The Complete A Capella Sessions, un álbum doble que contiene los tres títulos A Capella.

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Heylin y Giddins

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Me permito recomendarles dos excelentes lecturas: la primera de ellas es Vida y milagro de Sgt. Pepper’s, un disco para una época, de Clinton Heylin y editado en 2008 por Global Rhythm, Barcelona. Heylin aborda, con pinza y bisturí, la gestación de uno de los álbumes del rock-pop más influyentes del siglo XX y cuyas repercusiones aún nos tocan muy de cerca. Sargent Pepper’s Lonely Hearts Club Band, es considerada la obra cumbre de los Beatles por su atrevida mezcla de estilos y sonoridades, sus innovadoras combinaciones instrumentales, orquestales e incluso tecnológicas y su asombrosa estructura conceptual. Tal cantidad de elementos produjo un impacto en el mundo de la música popular que hasta el día de hoy nos sigue sorprendiendo. Heylin narra la génesis del álbum revelando el cómo y el por qué de su inspiración, el marco cultural que lo hizo posible, disipando toda la mitología fomentada en torno al disco y explicando los puntos claves del álbum como una referencia fundamental del rock y como fenómeno cultural de masas.

La segunda es Bird, el triunfo de Charlie Parker, de Gary Giddins y editado en 2008 por Alba Editorial, Barcelona. Giddins examina la breve biografía de uno de los más extraordinarios genios musicales del siglo XX, haciendo hincapié principalmente en su original musicalidad, la cual fue mal entendida para su época y que a raíz de su desaparición física no ha dejado de ser objeto de análisis y de estudio. El libro cuenta con abundante material gráfico inédito que ilustra la gran profundidad con que Gary Giddins examina la vida y el quehacer musical del genio que fue Charlie Parker.

La fuerza del destino: Bill Evans

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A Milton Ordóñez, quien un día me descubrió a Bill

El impacto que ha ejercido, ejerce y ejercerá la obra de Bill Evans (1929-1980) a través del tiempo, es imparable e indetenible. Su muy personal lenguaje armónico, sus largas líneas melódicas, su fraseo asimétrico y su acompañamiento de acordes sin fundamentales, han definido e influenciado a toda una generación de pianistas los últimos treinta años, entre los más destacados, Chick Corea, Keith Jarrett, Herbie Hancock y Brad Meldhau. En las manos de Bill Evans, un tema standard se convertía en la versión definitiva de ese tema, como por ejemplo, Someday My Prince Will Come, el tema de amor del primer largometraje de dibujos animados de Walt Disney, Blancanieves y los Siete Enanos, la cual interpretó en innumerables ocasiones.

Siendo un artista que se dedicó por entero a la ejecución del piano (y de los teclados), su influencia va mucho más allá de la esfera que abarca a los ejecutantes de las blancas y las negras. Bill Evans es uno de los músicos más importantes de toda la historia del jazz —aunque podríamos decir también, del siglo XX—, que no sólo innovó y enriqueció el vocabulario del piano sino también el concepto y el lenguaje del clásico trío de jazz, donde cada instrumento se erige con una dimensión y un discurso propios, y no sólo como mero acompañante.

Luego de haber colaborado por espacio de ocho meses con el sexteto de Miles Davis a finales de los años cincuenta, el cual aportó, entre tantas obras maestras, el mítico y canónico álbum Kind of Blue, el cual es considerado el álbum más vendido de toda la historia del jazz, Evans se dedicó, como líder, a desarrollar, junto al contrabajista Scott LaFaro y al baterista Paul Motian, lo que sería una carrera insuperable, en cuanto al trío se refiere. Luego de la trágica muerte de LaFaro, Evans mantuvo toda una suerte de tríos a lo largo de los años, salpicando su discografía aquí y allá como solista. En su último gran trío lo acompañaron Marc Johnson en el contrabajo y Joe LaBarbera en la batería.

De todo el legado artístico que Evans nos dejó, sería interminable enumerar una lista en este espacio, aunque me atrevo a recomendar uno de mis preferidos: You Must Believe In Spring (Warner Bros, 1980 – Grabado en 1977). Muy personalmente, opino que este no es un disco de jazz, sino más bien, un disco de poesía hecha música.

Para finalizar esta breve nota sobre uno de mis más grandes gurús, me permito citar su punto de vista estético, al referirse a la obra de William Blake (1757-1827), poeta, pintor y místico inglés:

“Es casi un poeta popular, pues alcanza elevadas cotas artísticas gracias precisamente a su sencillez. Las cosas sencillas, lo esencial, son las importantes, pero a veces las expresamos de un modo terriblemente complejo. Lo mismo sucede en el terreno musical con la técnica. Intentas dar voz a una emoción sencilla como el amor, el entusiasmo o la tristeza, y suele ocurrir que la técnica entorpece esta labor, que acaba por convertirse en un fin en sí misma cuando no debería ser más que el canal que permite la comunicación entre las ideas y los sentimientos. El gran artista siempre sabe llegar al quid de la cuestión, y posee una técnica tan natural que es imperceptible. Nunca me he topado con grandes dificultades, y eso me preocupa. Espero no acabe convirtiéndose en un estorbo.”

Sobre el romanticismo en la música:

“Si quieres que el resultado sea realmente extraordinario, hay que mezclar disciplina y libertad con mucho tiento, y hacerlo creativamente. Creo que toda la música es romántica, pero me molesta que ese romanticismo haga que la música suene sensiblera. Sin embargo, quien sabe combinar romanticismo y una cierta disciplina alcanza una belleza insuperable.”

Finalmente, Eddie Gómez, uno de sus contrabajistas predilectos y compañero por once años de Evans, dijo:

“No pedía nada extraordinario: que subieras al escenario y dieras el ciento diez por ciento, que no te reprimieras y que, de vez en cuando, asumieras algún riesgo. No se cansó de repetirme que debía olvidarme del legado del difunto Scott LaFaro y que tenía que ser yo mismo. Bill era un tipo expresivo, directo, amable, majestuoso e inteligente, siempre estaba dispuesto a echarte una mano. Su meta era hacer una música que aunara pasión e intelecto, una música que te llegara al corazón.”


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