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Bolanegra: «Sin palabras»

Con gran satisfacción les anuncio que ya está disponible en las principales plataformas digitales el segundo trabajo discográfico de Bolanegra Sin palabras.

With great satisfaction I announce that the second Bolanegra record work «Sin palabras» is now available on the main digital platforms.

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Apple Music

Amazon Music

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Pronto estará disponible en formato de disco compacto.

It will soon be available in compact disc version.

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Sin palabras es un recorrido por algunos de los tangos más emblemáticos del género porteño en versiones totalmente a capella con un lenguaje musical moderno y atrevido. A través de una selección que incluye El día que me quieras, Volver y Los mareados, Bolanegra realiza un paseo musical novedoso en versiones vocales realizadas en su mayoría por César Alejandro Carrillo, connotado arreglista y compositor venezolano.

Sin palabras (Without Words) is a journey through some of the most emblematic tangos of the Buenos Aires genre in totally a capella versions with a modern and daring musical language. Through a selection that includes El día que me quieras, Volver and Los mareados, Bolanegra performs a novel musical walk in vocal arrangements made mostly by César Alejandro Carrillo, renowned choral conductor and Venezuelan composer.

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  1. Nostalgias [Juan Carlos Cobián & Enrique Cadícamo] 3:32
  2. Percal [Domingo Federico & Homero Expósito] 3:09
  3. Cafetín de Buenos Aires [Mariano Mores & Enrique Santos Discépolo] 3:41
  4. Nada [José Dames & Horacio Sanguinetti] 3:14
  5. Los mareados [Juan Carlos Cobián & Enrique Cadícamo] 3:33
  6. Naranjo en flor [Virgilio Expósito & Homero Expósito] 3:02
  7. Sur [Aníbal Troilo & Homero Manzi] 3:01
  8. Volver [Carlos Gardel & Alfredo LePera] 3:28
  9. Una canción [Aníbal Troilo & Cátulo Castillo] 3:42
  10. Che, bandoneón [Aníbal Troilo & Homero Manzi] 3:30
  11. La última curda [Aníbal Troilo & Cátulo Castillo] 3:22
  12. El día que me quieras [Carlos Gardel & Alfredo LePera] 3:42
  13. Sin palabras [Mariano Mores & Enrique Santos Discépolo] 3:58

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Arreglos, César Alejandro Carrillo, excepto:
Arrangements, César Alejandro Carrillo, except:

Eduardo Ferraudi [4]
Gilberto Rebolledo [9] (adapt. César Alejandro Carrillo)

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Natalia Martínez, soprano [solista: 3, 8, 13]
María Elena Presa, soprano [solista: 11]
Laura Morales Balza, alto [solista: 6]
Lorena Faneite, alto [solista: 1, 10]
Maharshi Dona, tenor [solista: 2]
José Rafael Camacho, tenor [solista: 5, 9]
César Alejandro Carrillo, barítono [solista: 7]
Miguel Angel Vaccari, bajo [solista: 4]

Tomás Cardona, solista invitado: 12

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Puedes descargar aqui el librillo (PDF) que acompaña al disco en su formato físico.
You can download here the booklet (PDF) that accompanies the album in its physical format.

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Bolanegra: «Un poco de luz»

El pasado domingo 7 de julio tuvimos la alegría y la dicha de presentar, ante el público caraqueño, Un poco de luz, la primera producción discográfica de Bolanegra, conjunto vocal dedicado a la música popular venezolana y latinoamericana. El evento se realizó en el Salón Automotriz Siglo XXI ante un nutrido y entusiasta público que aplaudió complacido cada una de las interpretaciones del concierto.

Un poco de luz se pasea por la obra de algunos de nuestros más representativos compositores populares tales como Eduardo Serrano, Simón Díaz, Antonio Estévez, Pedro Elías Gutiérrez, Aldemaro Romero, Luis Laguna, Henry Martínez, Otilio Galíndez, Cruz Felipe Iriarte y Federico Núñez, con arreglos de Oscar Galián, Miguel Ángel Santaella, Milton Ordóñez, Carmelo Rodríguez y César Alejandro Carrillo. La producción contó con la valiosa colaboración de Chuchito Sanoja, Jesús Milano y Bernardo Sanoja.

Por lo pronto el CD se puede adquirir en las tiendas Recordland, Townrecords y en Don Disco (Chacaíto).

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Un poco de luz

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  1. Los Hijos de la Noche (Eduardo Serrano) (2.34)
  2. El alcaraván (Simón Díaz) (4.02)
  3. Candelaria (Otilio Galíndez) (3.09)
  4. Cimarrón (Aldemaro Romero) (2.23)
  5. Juana y José (Cruz Felipe Iriarte) (2.22)
  6. Canto de ordeño (Antonio Estévez) (4.42)
  7. Criollísima (Henry Martínez/Luis Laguna) (2.56)
  8. Caramba (Otilio Galíndez) (3.00)
  9. Un poco de luz (Efraín Arteaga/Otilio Galíndez) (2.42)
  10. Mi niño no me quiere (Aldemaro Romero) (2.06)
  11. Pueblos tristes (Otilio Galíndez) (3.00)
  12. Ni ná, ni ná (Eduardo Serrano) (1.58)
  13. Imprevisiblemente (Federico Núñez) (3.13)
  14. Alma Llanera (Pedro Elías Gutiérrez/Rafael Bolívar Coronado) (1.48)

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Arreglos:

César Alejandro Carrillo, excepto:

Milton Ordóñez (9), Óscar Galián (11), Carmelo Rodríguez (12), Miguel Ángel Santaella (14)

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Integrantes:

Natalia Martínez

María Elena Presa

Laura Morales Balza

Lorena Faneite

Noel Rebolledo

Ricardo Henríquez

César Alejandro Carrillo

Miguel Ángel Vaccari

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Ficha Técnica:

Grabado en Estudios Fidelis, El Cafetal, Caracas

Grabación: Giovanni Sciortino

Edición: Jesús Milano y César Alejandro Carrillo

Mezcla: Jesús Milano y César Alejandro Carrillo

Masterización: Bernardo Sanoja

Diseño: Laura Morales Balza

Ilustración de portada: Gabriela Di Stefano

Bitácora incompleta del rock progresivo para principiantes [Postludio]

Días de futuro pasado

[De cómo me enamoré del rock progresivo]

El Domingo de Gloria de 1968 regresábamos de pasar la Semana Santa en la playa. Nuestra numerosa familia de tíos y primos venía en varios vehículos. Mi hermano Carlos y yo, en el carro de unos primos algo mayores que nosotros. De pronto, en una curva, un vehículo que venía de frente comenzó a adelantar a un camión y nos robó la derecha, lo que nos forzó a salir de la carretera. El resto de la historia se la pueden imaginar: nuestro carro volcó y descendió por una cuesta dando varias volteretas, hasta que un árbol lo detuvo. Saldo final: un vehículo menos, aporreos generalizados para mi hermano y mis primos, y una fractura del fémur derecho para mí. Esa misma noche fui hospitalizado en lo que para entonces era el modelo de un gran hospital público: el Ana Francisca Pérez de León, ubicado en la avenida Francisco de Miranda, en Petare. Allí pasé los dos siguientes meses de mi infantil existencia en posición horizontal.

                Durante mi estancia leí algunos libros, hice amistad con el personal médico y de enfermería, y me dediqué, sobre todas las cosas, a una de mis primeras y más queridas aficiones: dibujar. Pero también eran muchas las horas, acostado y sin hacer nada, por lo que le pedí a mi madre que me comprara una radio para escuchar música. Fue así como me aficioné a sintonizar algunas emisoras que radiaban programas de música pop por la tarde, particularmente Radio Caracas Radio y luego, la naciente y novedosa Radio Capital. Pero una noche ocurrió que, presa del insomnio y sin poder conciliar el sueño, con todas las luces apagadas y como quien comete una fechoría, decidí encender mi radio a muy bajo volumen para escuchar qué estaban radiando en ese momento. ¡Cuál no sería mi sorpresa al descubrir que a esas horas el mundo musical se volteaba como cuando uno voltea un pantalón del revés! A esa hora se podía escuchar toda la música que, por razones estrictamente comerciales, no se radiaba durante el día ni por equivocación. Fue así como descubrí un territorio musical nuevo y desconocido para mis entonces once años de edad, el cual consistía, fundamentalmente, de un inexplorado universo de blues y de rock. Desde esa noche en adelante, y sin nadie que me dijera a qué hora tenía que dormir ni a qué hora tenía que apagar la radio, no paré de escuchar la programación nocturna.

                Ya fuera de mi convalecencia y finalizando la década de los sesenta, mi conciencia musical se empezó a enriquecer, a ensanchar y a exigir un poco más de elaboración del material que escuchaba. Fue así como, más allá de The Beatles, The Rolling Stones y The Beach Boys, comencé a descubrir bandas un poco más jóvenes: Crosby, Stills and Nash; Blood, Sweat and Tears; Deep Purple, Black Sabbath, Traffic, Pink Floyd, Cream y Led Zeppelin, entre muchas otras. Pero también descubrí otras como Yes, Genesis, King Crimson y Gentle Giant, todas bandas británicas. Más tarde, en 1972, y ya total y completamente intoxicado con aquella música, descubrí, sin proponérmelo, a Premiata Forneria Marconi (PFM), una de las agrupaciones más emblemáticas del escenario musical italiano, y que se convertiría por siempre en mi banda preferida de rock progresivo. Ese día fui a una de mis discotiendas favoritas, Mr. Moustache, situada en la planta baja del Centro Comercial Los Ruices, lugar donde también, por cierto, queda Radio Capital. El joven que atendía la tienda me sugirió que escuchara un disco que recién acababa de llegar: Per un amico, de PFM. Ese día, ese disco partió mi vida y mi conciencia musical en dos mitades: antes y después.

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PFM5

Premiata Forneria Marconi en la actualidad

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                Aún recuerdo cómo los amigos con los cuales me reunía para escuchar discos, me miraban como bicho raro por la música que ahora me gustaba. Algunos de ellos me abandonaron. Otros siguieron siendo fieles a las sorpresas que les deparaba la aguja de mi tocadiscos. Más tarde irrumpirían en mi vida, con la misma intensidad, Bach, la salsa, el jazz y la música coral. Pero esa es otra historia.

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                Mr. Moustache hace mucho tiempo que desapareció, amén de otros espacios importantes para el melómano de entonces como Musical Serrana y Discos Miranda, en Chacao, y Don Disco, en la avenida Urdaneta. Lo que aún no ha desparecido, ni creo que lo hará, es mi afición por el rock progresivo y por Premiata Forneria Marconi, mi banda favorita, por siempre.

Bitácora incompleta del rock progresivo para principiantes (y II)

Decadencia y renacimiento

[De cómo el cisne comenzó a cantar su última canción]

El punto más alto que logró alcanzar la popularidad de las bandas de rock progresivo sería a mediados de los años setenta, cuando con frecuencia lideraban las encuestas de las principales revistas de música popular de Gran Bretaña y Estados Unidos. La decadencia del rock progresivo comenzaría con su propio agotamiento a nivel creativo y una estética cada vez más exagerada y pretenciosa, la aparición del Punk, la música Disco, y el resurgimiento de los tres acordes básicos del rock. A esto se suma el hecho de que las nuevas audiencias de la segunda mitad de los setenta estaban más interesadas en pasar un buen rato al ritmo de un rock más simple y agresivo, y ya no tenían la paciencia para escuchar una pieza de gran longitud y con textos de realidades fantásticas, descartando al rock progresivo por elaborado y presuntuoso.

                Ante esta nueva realidad, aquellas bandas gigantes que habían logrado sobrevivir a la crisis energética de la primera mitad de los setenta, tenían ahora ante sí el reto de sobrevivir como músicos. King Crimson y Emerson, Lake & Palmer, comenzaron a tomar recesos indefinidos y a realizar reuniones esporádicas, supeditadas a los compromisos artísticos de sus integrantes. Del mismo modo, a cada una de estas bandas les tocó sufrir cambios en sus filas; es así como, en su debido momento, Peter Gabriel abandona Genesis para seguir una provechosa y larga carrera como solista. Genesis continuaría con Phil Collins como vocalista al frente de la banda sin por ello desmejorar su éxito.

                La década de los ochenta sería testigo de un renacer del género. Bandas como Marillion, UK, Twelfth Night, IQ, Pendragon, Quasar y Pallas pasaron a conformar lo que se dio en llamar Rock Neoprogresivo o Neo-Prog, un movimiento que creció bajo el influjo del rock progresivo de los setenta, con bandas como Genesis, Yes y Camel entre sus modelos, incorporando elementos del New Wave y del rock de los ochenta. Bandas como King Crimson reaparecerían incorporando también un sonido más New Wave, haciendo su música más digerible, comercialmente hablando. Los ochenta también verían el surgimiento del primer supergrupo de rock progresivo, Asia, conformado por estrellas provenientes de grandes bandas: John Wetton (Roxy Music, King Crimson), Steve Howe (Yes), Geoff Downes (Yes, Buggles) y Carl Palmer (Emerson, Lake & Palmer), pero con una orientación francamente comercial. Bandas como Genesis y Yes, otrora grandes gurús del rock progresivo, redefinieron sus esquemas y comenzaron a producir canciones, sctricto sensu, de tres y cuatro minutos de duración. Tal es el caso de Yes, que llegó a colocar el sencillo «Owner of a Lonely Heart» en el número uno de las listas estadounidenses.

                El rock progresivo vivió otro resurgimiento durante la década de los noventa, el cual llega hasta nuestros días, esta vez bajo las banderas del metal progresivo, liderado por bandas como Porcupine Tree, de Inglaterra; un nutrido grupo de bandas estadounidenses como Dream Theater, Spock’s Beard, Echolyn, Proto-Kaw y Glass Hammer; The Flower Kings, de Suecia, y White Willow, de Noruega. Rush, Yes y Van der Graaf Generator, bandas pioneras del género durante los setenta aún permanecen tocando. Por su parte, bandas como King Crimson, Genesis y Camel, cuando logran que sus agendas particulares coincidan, también retornan a los escenarios.

                Finalmente, a pesar de sus avances y retrocesos, idas y venidas, encarnaciones y reencarnaciones, el rock progresivo, el rock arte, sigue vivo y por sus fueros. Aún nos falta por conocer innumerables bandas que están haciendo su trabajo calladamente, porque no han tenido la fortuna (o el infortunio, depende de cómo se vea) de acceder al mundo del disco y, por ende, al mundo comercial, lo cual no siempre garantiza continuidad y firmeza en el mantenimiento de los postulados musicales, artísticos y estéticos. Por lo pronto, Porcupine Tree me ha hecho revivir una sensación que no experimentaba desde mi adolescencia, cuando era fanático acérrimo de Yes, Genesis, King Crimson y Gentle Giant, pero sobre todo, de Premiata Forneria Marconi. ¿Qué sorpresas nos depararán las primeras décadas del siglo XXI?

Los Caballeros de la Mesa Redonda

[Donde se pasa revista a los ungidos del rey]

Para finalizar, me atrevo a proponer una selección para todos aquellos que se quieran iniciar en este fantástico género, no sin antes advertir que inevitablemente será un ejercicio odioso porque, siempre quedará algo por fuera y siempre privará el insoslayable gusto personal de quien hace la selección. Por lo tanto, no debe ser tomada como una lista canónica del género. Dicha esta advertencia, la siguiente es una lista muy, pero muy básica y en orden alfabético de bandas y discos de rock progresivo de los setenta.

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Banco del mutuo soccorso (Italia): Francesco Di Giacomo, voz; Vittorio Nocenzi, teclados; Gianni Nocenzi, teclados; Marcello Todaro, guitarra; Renato D’Angelo, bajo; Pierluigi Calderoni, batería

Una de las bandas líderes del rock progresivo italiano, junto a Premiata Forneria Marconi y Le Orme. La compleja textura provista por el piano, el órgano Hammond y los sintetizadores, más la originalidad vocal de Di Giacomo, hicieron del sonido de la banda innovador y original.

Banco del mutuo soccorso (1972)

Darwin! (1972)

Io sono nato libero (1973)

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Camel (Inglaterra, 1971): Andrew Latimer, guitarra, flauta, voz; Peter Bardens, teclados, voz; Doug Ferguson, bajo, voz; Andrew Ward, batería

Una de las más innovadoras bandas salidas de la escena de Canterbury.

Mirage (1974)

Moonmadness (1976)

Nude (1981)

Pressure Points – Live in Concert (1984)

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Emerson, Lake and Palmer (Inglaterra, 1970): Keith Emerson, teclados; Greg Lake, bajo, voz, guitarra; Carl Palmer, batería

Una de las pocas bandas del rock progresivo constituidas por tan sólo tres miembros, pero a su vez, una de las más influyentes en toda la historia del género. De la mano de su líder Keith Emerson, llevaron la escena del rock a un gigantismo nunca antes visto.

Emerson, Lake & Palmer (1971)

Tarkus (1971)

Pictures at an Exhibition (1971)

Trilogy (1972)

Brain Salad Surgery (1973)

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Focus (Holanda, 1969): Thijs Van Leer, voz, teclados, flauta; Jan Akkerman, guitarra; Bert Ruiter, bajo; Pierre Van Der Linden, batería

Focus es, sin duda, la banda de rock holandesa más conocida de la historia. Su fortaleza residía en las espectaculares muestras de virtuosismo de Van Leer y Akkerman, amén de un talento especial para mezclar con destreza elementos del rock y de la música académica.

In and out of Focus (1970)

Moving Waves (1971)

Focus III (1972)

Live at The Rainbow (1973)

Hamburger Concerto (1974)

4 focus

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Genesis (Inglaterra, 1967): Peter Gabriel, voz, flauta; Mike Rutherford, bajo, guitarra, voz; Tony Banks, teclados, voz, guitarra; Steve Hackett, guitarra; Phil Collins, batería, voz

Genesis mostró una línea consistente de calidad e innovación mientras Peter Gabriel se mantuvo en la banda, produciendo hermosísimas obras maestras. Con la salida de Gabriel, Collins asume el liderazgo vocal y Genesis se orienta definitivamente hacia el campo comercial.

Trespass (1970)

Nursery Cryme (1971)

Foxtrot (1972)

Live (1973)

Selling England by the Pound (1973)

The Lamb Lies Down on Broadway (1974)

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Gente Giant (Inglaterra, 1969): Phil Shulman, saxo, trompeta, voz; Derek Shulman, voz, bajo, guitarra; Ray Shulman, bajo, violín, guitarra; Gary Green, guitarra; Kerry Minnear, teclados, bajo, voz; Martin Smith, batería

Gentle Giant, con su incomparable musicalidad, pudo ir mucho más allá de donde ninguna banda había llegado antes, incorporando toda suerte de elementos tomados de la música de vanguardia, de la música de cámara, la música medieval, del jazz y del folk, gracias a la capacidad multi-instrumental de sus integrantes, lo cual les permitía imprimirle un gran dinamismo a su música.

Gente Giant (1970)

Acquiring the Taste (1971)

Three Friends (1972)

Free Hand (1972),

In a Glass House (1973)

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King Crimson (Inglaterra, 1969): Robert Fripp, guitarra, teclados; Greg Lake, bajo, voz; Mike Giles, batería; Ian McDonald, teclados, vientos

Banda de múltiples encarnaciones y de un gran poder influyente, irrumpió en la escena musical con su soberbio y legendario álbum In the Court of the Crimson King, una de las piedras angulares del rock progresivo mundial y considerado por muchos como el primer álbum del género. King Crimson ha sido una de las bandas más camaleónicas de la historia del rock, viendo pasar por sus filas infinidad de músicos, siempre liderados por Fripp, único miembro sobreviviente de la formación original.

In the Court of the Crimson King (1969)

In the Wake of Poseidon (1970)

Lizard (1970)

Islands (1971)

Larks’ Tongues in Aspic (1973)

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Premiata Forneria Marconi (Italia, 1970): Franco Mussida, guitarra, voz; Flavio Premoli, teclados; Mauro Pagani, violín, flauta, voz; Franz Di Cioccio, batería; Giorgio Piazza, bajo. Más tarde, Piazza será sustituido por Patrick Djivas, bajo

Pionero de los grupos de rock progresivo italiano, PFM desarrolló un estilo auténtico sin perder los vínculos con los valores propios del rock progresivo. Su música y su sonido, son siempre de una gran riqueza melódica y de un preciosismo instrumental.

Storia di un minuto (1972)

Per un amico (1972)

L’isola di niente (1974)

Live in USA (1974)

Chocolate Kings (1975)

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Rick Wakeman (Inglaterra)

Rick Wakeman, integrante de Yes en algunos trechos importantes de la banda, es uno de los más conocidos músicos del rock progresivo y uno de los pioneros en el uso de los teclados electrónicos en el universo rockero.

The Six Wives of Henry VIII (1973)

Journey to the Centre of The Earth (1974)

The Myths and Legends of King Arthur and the Knights of the Round Table (1975)

No Earthly Connection (1976)

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Yes (Inglaterra, 1968): Jon Anderson, voz; Chris Squire, bajo, voz; Peter Banks, guitarra, voz; Tony Kaye, teclados; Bill Brudford, batería. Más tarde Banks y Kaye serían sustituidos por Steve Howe, guitarra, y por Rick Wakeman, teclados

Desde comienzos de los años setenta, Yes ha sido uno de las bandas más influyentes de la escena progresiva sobre todo por el uso de los sintetizadores y de los efectos sonoros. La aguda visión artística de sus integrantes los llevó a producir verdaderas obras maestros del rock.

Yes (1969)

Time and a Word (1970)

The Yes Album (1970)

Fragile (1972)

Close to the Edge (1972)

Tales from Topographic Oceans (1973)

Yessongs [Live] (1973/78)

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Bitácora incompleta del rock progresivo para principiantes (I)

[Este artículo apareció en la revista Debates IESA, Volumen XVIII, Número 1, enero-marzo de 2013, en una versión editada.]

 

Para mi hijo Simón Odoardo

 

Historia de un minuto

Música siempre sobria, música no bailable, música no política, ni siquiera de rebelión ni de transgresión, el rock progresivo fue más bien un período de transición entre dos grandes momentos históricos para la música popular: el impacto político del 68 y el impacto social que produjo el Punk. Su época dorada finaliza a mediados de los setenta, y el comienzo de su decadencia coincide con el ascenso del Punk, del Disco y el resurgimiento de los tres famosos acordes básicos del Rock & Roll.

 

En la corte del rey Carmesí

[Donde se da debida cuenta de los orígenes]

Uno de los períodos más ricos y fructíferos de la música popular y del género del rock en particular, ocurrió entre finales de la década de los sesenta y la primera mitad de los setenta, en virtud de la fragmentación que experimentó el género en diversos y variados estilos, principalmente, hard rock, heavy metal, jazz rock, rock latino y rock progresivo. Tres factores importantes, entre otros, influyeron en la búsqueda de nuevos horizontes. El primero de ellos fue la aparición de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de los Beatles, un álbum que llevaría a muchos grupos a revisar su estética musical y desempeñaría un papel determinante en el inicio del declive del pop, en 1968. El segundo, el arribo de nuevas tecnologías como la aparición del mellotrón y del sintetizador (o Moog), desplazando a la guitarra eléctrica como el instrumento insignia del rock y multiplicando las posibilidades sonoras, ya que podían reproducir cualquier sonido y además podían ser programados para sonar como varios instrumentos.  Finalmente, la aparición de los llamados álbumes conceptuales, como el ya mencionado Sgt. Pepper’s y Pet Sounds de los Beach Boys, que también influirían poderosamente en la evolución sonora y en la longitud de las canciones contenidas en un álbum.

El rock progresivo ha sido relegado, con mucha frecuencia,  a unos muy breves párrafos en la mayoría de las historias acercas del rock, y considerado como un síntoma de los excesos de los sesenta en lugar de un género que merece un examen más profundo. Algunos estudiosos lo definen como una “música clásica alternativa” o avant-garde popular. Hablar de rock progresivo como género no es tan fácil debido a la complejidad y diversidad de estilos que componen tan vasto territorio. Su eclecticismo lo hace mucho más difícil de etiquetar, a diferencia de otros estilos de constitución más homogénea, como el reggae o el country-rock.

En general, se dio en llamar rock progresivo a una simbiosis entre formas clásicas, poesías fuera de lo común y el lenguaje sónico propio del rock, de donde surgió toda una pléyade de bandas dedicadas a expandir los límites tanto melódicos y armónicos, como rítmicos y tímbricos del género, incorporando con frecuencia elementos de la música académica, del jazz, del folk y otros estilos musicales. De allí que también se le denominara art-rock, rock sinfónico o rock clásico. Personalmente, pienso que es una percepción incorrecta cierta definición que pretende que el rock progresivo sea el intento de mezclar música clásica con rock, lo cual no termina siendo ni lo uno ni lo otro, como tampoco se puede catalogar como rock progresivo el contraste, en una grabación o en vivo, de una banda de rock con una orquesta sinfónica. Es mucho más que esa simple receta.

El rock progresivo fue un fenómeno musical esencialmente europeo, consecuencia de un proceso de expansión del llamado rock psicodélico de finales de los años sesenta, y la búsqueda de nuevos horizontes sonoros más allá de la secuencia armónica tónica-dominante-subdominante, la estructura basada en estrofa y estribillo, y la longitud de tres minutos propia de los discos de 45rpm. Sus elementos fundamentales son tres: (1) la suite, una pieza de extensa longitud con varios movimientos unidos entre sí; (2) el uso de los teclados en detrimento de la guitarra y la convivencia, en el mismo escenario, de instrumentos acústicos y eléctricos; y (3) textos de difícil digestión y comprensión, muchas veces de inspiración literaria, a veces de reflexión filosófica o en alusión a mundos fantásticos.

En cuanto a sus aspectos formales, la suite fue el primer elemento estilístico de importancia innovadora, la revolución que rompió con los sacrosantos límites del 45rpm y llevó a la composición de piezas cuya longitud podía ocupar la cara de un LP e incluso, ambas. Excepcionalmente, el discurso podía abarcar hasta cuatro caras, como es el caso de Tales from Topographic Oceans (1973), de la banda británica Yes.

En lo relativo al aspecto instrumental, el rock progresivo dispuso de toda una gama de teclados directamente evolucionados del legendario órgano Hammond, principalmente el mellotrón, y más tarde el sintetizador. Uno de sus rasgos más importantes fue el espacio concedido a la improvisación y al virtuosismo, aspectos más cercanos al jazz, que demandaban una mayor formación de los ejecutantes a nivel instrumental. Dos de sus mejores exponentes fueron Keith Emerson y Rick Wakeman, tecladistas que hicieron gala de sus dotes como integrantes de Emerson, Lake and Palmer y Yes, respectivamente, al igual que en sus trabajos como solistas. También se incorporó al arsenal cualquier instrumento que cada ejecutante pudiera tocar. Gentle Giant, otra banda británica, podía acumular en escena más de veinte instrumentos diferentes.

En cuanto al texto, éste podía abordar temas históricos, evangélicos, metafísicos, filosóficos o mitológicos, siempre alejándose de la hasta entonces recurrente temática del rock. Dos de sus principales bardos fueron los ingleses Peter Sindfield, quien escribiría la mayoría de los textos de los primeros trabajos de King Crimson y Peter Hammill, líder de Van der Graaf Generator. En muchos casos, un texto funcionaba como denominador común a todos los temas del álbum, razón por la cual muchos de estos discos fueron llamados «álbumes conceptuales». Dos importantes muestras de álbumes conceptuales, sin que por ello deban considerarse ejemplos de rock progresivo, las podemos hallar en Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de los Beatles, Days of Future Passed, de Moody Blues, ambos de 1967, en los cuales un discurso literario corre como hilo conductor a través de todas las canciones. Otro álbum conceptual importante, y cuyo texto ocupa toda la extensión de ambas caras, es Thick as a Brick (1972), de Jethro Tull.

 

De Génesis a Revelaciones

[Donde se narra cómo empezó a forjarse y a expandirse todo]

Algunos expertos citan Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band como «punto de partida» del rock progresivo, si bien ya en álbumes anteriores, como Rubber Soul (1965) y Revolver (1966) los Beatles habían comenzado a incorporar elementos de música oriental e instrumentos poco comunes en el rock. Además, mucha música académica inspiró a su vez a otros compositores. Bajo el influjo de Maurice Ravel, Jeff Beck grabó su sencillo «Beck’s Bolero» (1967), y ese mismo año, Procol Harum grabó el sencillo «A Whiter Shade of Pale» influido notablemente por el segundo movimiento de la Suite Orquestal No. 3 en Re mayor de Johann Sebastian Bach; Moody Blues lanzó Days of Future Passed, el cual conjugó la estructura de canciones con la música orquestal y la instrumentación propia del rock; y la canción «Interstellar Overdrive» del primer álbum de Pink Floyd, The Piper at the Gates of Dawn (1967), hace gala de casi diez minutos de improvisación instrumental.

A finales de la década de los sesenta, numerosas bandas de rock comenzaron a experimentar con improvisaciones y composiciones más largas y a incorporar instrumentos convencionales de la orquesta sinfónica y de la música oriental. Algunas de estas bandas, como Soft Machine, comenzaron a hacer experimentos mezclando rock y jazz. Deep Purple y Nice, grabaron álbumes con orquestas sinfónicas: Concerto for Group and Orchestra y Five Bridges, respectivamente. Atom Heart Mother (1970) de Pink Floyd, también es una buena muestra de la mezcla de una banda de rock con orquesta y coros.

Gran parte de las primeras bandas del género provenían del Reino Unido y se conformaron a finales de los años sesenta: Genesis (1967), Nice (1967), Van der Graaf Generator (1967), Yes (1968), Caravan (1968), King Crimson (1969) y Gentle Giant (1969). Pero el género también fue creciendo y ganando popularidad en la Europa continental. En Alemania tuvo importantes representantes: Triumvirat, Tangerine Dream, Faust, Can y Neu. En Italia se formó también un importante grupo de bandas lideradas por Premiata Forneria Marconi, Banco del mutuo soccorso y Le Orme. Otras bandas italianas sobresalientes fueron New Trolls y Area. El escenario del rock holandés también tuvo destacadas bandas, siendo las más importantes Focus, Ekseption y Trace. Focus se daba el lujo de contar en su línea frontal con dos de los más grandes virtuosos del rock europeo: Thijs Van Leer, en la flauta y los teclados, y Jan Akkerman a la guitarra. En Francia se formaron Ange, Gong y Magma, entre otros; y Aphrodite’s Child, en Grecia, liderada por Vangelis.  Los países escandinavos también brindaron importantes aportes: Popol Vuh (Noruega), Kaipa (Suecia) y Wigwam (Finlandia). En Estados Unidos, para esa época, ya existían varias bandas de rock progresivo, siendo la más exitosa de ellas, Kansas (1971), que luego se convertiría en una de las de mayor éxito comercial, al igual que Electric Light Orchestra (1970), la cual cultivaba un ‘sonido Beatle’ con rostro progresivo. Otra banda importante de América del Norte es Rush, de Canadá.

Con el advenimiento del rock progresivo también cambiaría el concepto gráfico de las carátulas de los discos, pasando de la típica foto de la banda a la intencionalidad de sintonizar la imagen con el contenido musical.  En el pasado, pocas bandas, los Beatles y los Rolling Stones entre ellas, habían mostrado alguna preocupación por el nivel artístico de las carátulas de los discos. Entre los mejores ilustradores de carátulas podemos mencionar a Roger Dean, quien prácticamente se convertiría en una especie de miembro externo de Yes, llegando incluso a diseñar escenografías para los conciertos de la banda.

The Singers Unlimited

Serendipia

Una serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta. También puede referirse a la habilidad de un sujeto para reconocer que ha hecho un descubrimiento importante aunque no tenga relación con lo que busca. En términos más generales se puede denominar así también a la casualidad, coincidencia o accidente. [Tomado de Wikipedia]

SU2

Len Dresslar, Don Shelton, Bonnie Herman y Gene Puerling

Aún recuerdo una muy lejana noche de 1976 sentado en el porche de nuestra casa en Guarenas, a mis diecinueve años, practicante entre muchas otras cosas de ciclismo, fútbol y música. No habían pasado muchos días en que me había vuelto un asiduo radioescucha de un programa llamado “La Lechosa Biónica”, mezcla ecléctica de variados estilos cuyo anfitrión bien sabía administrar a lo largo de su espacio radial. Supongo que el nombre pudo haber sido inspirado por una serie de televisión de la época de nombre “La mujer biónica”. Pues bien, una calurosa noche de aquellas, el locutor, a quien pido disculpas por no recordar ni su nombre ni la emisora que emitía el programa, luego de haber “pinchado” algunos discos de salsa, rock, jazz y otras yerbas de su exquisita ensalada musical, de pronto suelta lo siguiente: “Seguidamente, vamos a escuchar You are the sunshine of my life con The Singers Unlimited”. En ese momento me pregunté “¿Y quiénes demonios son The Singers Unlimited?” Hasta ese momento sólo había escuchado algunas canciones muy comerciales de un grupo con un nombre muy parecido a ese, Love Unlimited. Luego de escuchar aquello me quedé paralizado durante algunos segundos que me parecieron interminables preguntándome cómo era posible que alguien pudiera “voltear” una canción de la manera en que yo acababa de escucharla. Pasaron algunos días y noches más y de nuevo estaba yo en el porche de nuestra casa en otra calurosa velada con La Lechosa Biónica. Y de pronto mi anfitrión radial suelta lo siguiente: “Seguidamente, vamos a escuchar Silent night con The Singers Unlimited”, y yo me dije “¡Ja! Vamos a ver qué hace ahora el genio de la botella con Noche de paz”. Y esta vez no fueron segundos sino una parálisis total luego de los tres minutos y treinta y tres segundos que duró aquello, produciendo una fisura, una fractura y una ruptura definitiva en mi hambriento e imberbe esquema musical.  No podía creerlo. El mismo grupo con el que noches atrás había sufrido la total devastación de mis esquemas volvía por sus fueros a terminar de barrer lo poco que hubiera quedado de la primera experiencia. Y yo me preguntaba: “¿Y de dónde salió este conjunto, quienes son The Singers Unlimited, qué mente ‘perversa y retorcida’ está detrás de la concepción de esos arreglos?” Para el incipiente arreglista y compositor que yo era, intentando siempre descubrir nuevos territorios y tratando de orientarme a través de ellos con mi propia brújula, aquello fue como pararse frente al “Portal Místico”, citando una frase de Toy Story.  Era como entrar a un mundo completamente nuevo de posibilidades armónicas inauditas hasta entonces en el universo de la música vocal.

A la mañana siguiente salí a hacer una exhaustiva exploración de la topografía de discotiendas caraqueñas. Al final de la tarde nadie, en ninguna tienda de discos, había sabido decirme ni darme la más mínima pista de quiénes eran The Singers Unlimited. Y yo me decía: “¡No puede ser que en este país no haya una sola persona que no sepa nada acerca de The Singers Unlimited excepto mi anfitrión de La Lechosa Biónica!” Estando en el área de Chacaíto y casi al borde de la derrota recordé una tienda que quedaba en el Centro Comercial Único, frente a la actual plaza Brión. Su nombre era La Media Nota (Inolvidable el afiche de un niño con un plato de spaghetti en la cabeza que había en la puerta de la tienda). Luego de las preguntas de rigor, el chico que trabajaba para la tienda me dice: “Lo que tenemos son unos discos de Love Unlimited”, y yo le digo: “¡No, vale, The Singers Unlimted! Tienen una versión de You are the sunshine of my life y otra de Silent night”. Y el chico me dice: “Lo siento, pero no tenemos nada de ese grupo”. Ahora sí, totalmente derrotado, me apresto a salir de la tienda luego de un día hurgando aquí y allá buscando mi nuevo Grial, cuando de pronto el muchacho de la tienda me dice: “¡Espérate un momentico!” y comienza a buscar con dedos ágiles en la sección de jazz de la tienda, rescatando del fondo del océano dos álbumes de The Singers Unlimited, Feeling Free y A Cappella II, los cuales se convertirían en las piedras fundacionales no sólo de mi colección de The Singers Unlimited sino de todos los conjuntos vocales que tengo en mi discoteca. De ahí en adelante, comenzó una cacería que sólo finalizó en 1982 cuando salió al mercado su último álbum, el número quince, Easy To Love.

Luego de todo este cuento, algunos sabrán de qué he estado hablando, y otros, no. Para aquellos que no, debo decirles que The Singers Unlimited ha sido uno de los conjuntos vocales más influyentes de los últimos cuarenta años. Y lo seguirá siendo por los próximos cuarenta, sin temor a equivocarme. Producto de la mente de Gene Puerling (Eugene Thomas Puerling, 31 de marzo de 1929/25 de marzo de 2008), uno de los músicos autodidactas más influyentes en el mundo de la música vocal de conjunto por sus exquisitos, endiablados y sorprendentes arreglos, The Singers Unlimited estuvo conformado desde el comienzo por Bonnie Herman, Don Shelton, el propio Puerling y Len Dresslar. Herederos del legado de The Hi-Lo’s (de ellos hablaremos en otra entrega) y veteranos curtidos en el área de la música publicitaria, The Singers Unlimited fue creado en 1967 como un grupo sólo para hacer jingles comerciales. En 1971, Oscar Peterson se quedó tan atónito al escucharlos en un demo de The fool on the hill, que de inmediato los propuso a Hans Georg Brunner-Schwer, propietario y productor de MPS Records, en Alemania, para grabarlos en su sello discográfico. Brunner-Schwer se enamoró de ellos ‘al primer sonido’ y se convertiría en el hechicero que plasmaría adecuadamente el pensamiento sonoro de Gene Puerling aprovechando las bondades de la para entonces novedosa tecnología multicanal.

Hans Georg Brunner-Schwer

Hans Georg Brunner-Schwer

Una o dos veces al año, volarían al cuartel general de MPS Records, en el antiguo pueblo de Villingen, en la Selva Negra. Entre álbumes, Puerling pasaba la mayor parte del tiempo haciendo los arreglos. “Me tomaba al menos un mes escribir cada arreglo porque no soy un músico consumado. No toco piano”. El debía tener todas las partes vocales en el lugar correcto antes de las sesiones de grabación, dado que el alquiler permitía sólo una semana en el estudio. Gene enviaba los arreglos a sus compañeros con un mes de antelación a fin de que los estudiaran y se familiarizaran con las densas estructuras armónicas, pero el nivel de lectura que poseían era tan rápido que prácticamente no revisaban el material hasta tanto el grupo no estuviera reunido en Alemania. Durante la mañana del domingo previo al primer día de grabación, se reunían en un parque cercano al hotel y le daban una mirada a los arreglos. Éstos eran tan densos que requerían de voces diáfanas, sin vibrato o cualquier otro elemento que pudiera enturbiar el sonido. Pero una vez que la grabación daba comienzo, dice Puerling, “no teníamos problemas en absoluto. Pasábamos largos días, algunas veces desde las 7.30 de la mañana hasta las 8 o 9 de la noche”. Los cuatro se metían en la cabina a grabar, simultáneamente, cuatro partes vocales, luego otras cuatro, y así sucesivamente, según la complejidad y característica del arreglo que estuviesen registrando. Cada uno de sus álbumes lo hicieron en cinco días, a razón de dos temas diarios. Hoy en día a cualquier grupo le toma semanas o meses registrar diez temas.

Puerling

Gene Puerling

Con este procedimiento produjeron quince hermosas joyas vocales entre 1971 y 1980, de las cuales me permito recomendarles, sin reserva alguna, A Capella, Christmas, A Capella II y A Capella III, cuatro piedras miliares en la historia y evolución de la música vocal de conjunto. La primera de estas joyas, A Capella, obtendría uno de los más estimados premios de la industria discográfica alemana, el Deutscher Schallplattenpreis. El fallo del jurado: “Aún tomando en cuenta las posibilidades presentadas por las sofisticadas técnicas de grabación, los efectos logrados aquí por tres hombres y una mujer bordean lo imposible. La música, diseñada principalmente para el entretenimiento, se convierte en arte puro”. Escuchar una canción conocida versionada por ellos es como viajar al final del arco iris y poder regresar con una parte del tesoro que allí se encuentra escondido.

Dada la imposibilidad de cantar en vivo, The Singers Unlimited jamás se presentó ante audiencia alguna. Era un grupo sólo para escuchar. ¡Y vaya lo que el solo hecho de escuchar puede deparar! Como compositor y arreglista puedo decir que escuchando sus discos incontables veces tuve, en Gene Puerling, a uno de mis mejores maestros. Es increíble, cómo aún hoy día, sigo descubriendo detalles en cada uno de sus discos. Su legado constituye una parte vital e importante en mi formación y educación musical y estoy seguro que en la de muchos otros. Cada uno de sus discos se ha convertido en objeto de culto para los amantes de la buena música vocal. La siempre correcta conducción de las voces, el trabajo de armonización y de rearmonización, la capacidad de poder sorprenderte en cada esquina y rincón de la música, el buen gusto a toda prueba, aparte del trabajo vocal propiamente dicho, constituyen por sí solos una de las mejores escuelas que pueda tener cualquier persona involucrada con la música vocal de conjunto. Sé que todos aquellos que descubrieron The Singers Unlimited, cada uno en su momento y a su manera, compartirá mis apreciaciones sobre la calidad y la importancia de esta agrupación en la historia de los conjuntos vocales a nivel mundial, así como la influencia que ha ejercido, ejerce y seguirá ejerciendo sobre el trabajo de directores, arreglistas y cantantes de todo el mundo. Como prueba de ello podemos poner sólo un ejemplo, Take 6. Muy probablemente, The Singers Unlimited jamás tuvo la popularidad que ahora tienen tantos grupos vocales y quizá pueda deberse a la complejidad de su legado. Pero lo que sí es cierto es que muchos de estos conjuntos no habrían existido de no haber sido gracias a The Singers Unlimited. O a Gene Puerling.

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Definitivamente, ya no quedan empleados como aquel, con tal memoria fotográfica, porque al buen buscador de discos es difícil que se le olvide una carátula que haya visto antes, así no le interese el disco en cuestión. Para una persona como yo, que ha estado involucrada con el mundo vocal desde hace muchísimos años, descubrir The Singers Unlimited iba a ocurrir tarde o temprano. Para mi fortuna ocurrió más temprano que tarde. Y todo gracias a que una calurosa noche de 1976 me senté a escuchar La Lechosa Biónica, sin poder ahora recordar el nombre de su anfitrión, a quien debo agradecerle por siempre haber colocado esos discos, esas dos noches. Y al destino, por haberme puesto a esa hora a escuchar la radio en el porche de nuestra casa en Guarenas.

Discografía completa:

In Tune – with Oscar Peterson Trio [1971]

A Capella [1971]

Christmas [1972]

Four of Us [1973]

Invitation – with Art van Damme Quintet [1974]

Feeling Free [1975]

A Capella II [1975]

A Special Blend [1976]

Sentimental Journey [1976]

Friends [1977]

Just In Time [1977]

With Rob McConnell &The Boss Brass [1979]

Eventide [1979]

A Capella III [1980]

Easy To Love [1982]

Actualmente es muy difícil adquirir todos los álbumes, en disco compacto, de forma individual. Algunos se pueden conseguir a buen precio; otros, a un costo exorbitante. Ahora bien, no todo está perdido. En 1997 MPS Records lanzó al mercado Magic Voices, una caja con todos sus álbumes [a excepción de Christmas] compilados en siete discos compactos. Adicionalmente, en 2006 publicó The Complete A Capella Sessions, un álbum doble que contiene los tres títulos A Capella.

Desde otro lugar. Los Sinvergüenzas (2007)

Pertenecientes al conglomerado conocido como la Movida Acústica Urbana, o simplemente, la MAU, Los Sinvergüenzas vienen “portándose mal y haciendo travesuras” desde su primer concierto hace poco más de diez años, el 26 de febrero de 2000. En un formato instrumental que recuerda al de sus hermanos mayores, El Cuarteto, pero con una estética que evoca más a sus otros parientes, Raíces, Los Sinvergüenzas se aventuran tímbricamente un poco más allá en virtud de las posibilidades de sus ejecutantes: Raimundo Pineda en los diversos tipos de flautas; Edwin Arellano en la mandolina, la mandola y la guitarra; Héctor Molina en el cuatro y, Heriberto Rojas en el contrabajo. En un paisaje sonoro donde se vuelve un poco reiterativo escuchar los mismos temas versionados de mil maneras, el importante aporte de Los Sinvergüenzas le da un golpe de brisa fresca al entorno de música instrumental venezolana de corte tradicional, con un repertorio conformado casi en su totalidad por la cosecha creativa de sus propios integrantes. Aventurarse a recomendar alguna de las piezas de este disco, Desde otro lugar, es una tarea muy difícil dado que el repertorio es consistentemente bueno de pe a pa. Con arreglos interesantes e inteligentes, los doce temas nos presentan un abanico de posibilidades que se van expandiendo a medida que avanzamos en su audición, dejándole a uno un delicioso gusto en la boca, o más bien, en la oreja, como si de un exquisito manjar musical se tratara. La agrupación sinvergüenza ha contado desde sus orígenes merideños hasta su actual conformación caraqueña, con la presencia de Edwin Arellano y Héctor Molina, feliz circunstancia ésta que les ha permitido mantener un norte estético, el cual ha sufrido pocas alteraciones a través del tiempo. Y si sumamos a ellos la complicidad artística, las dotes instrumentales y las potencialidades creativas de Raimundo Pineda y de Heriberto Rojas, dos músicos con no menos credenciales que los merideños, obtenemos una combinación que estamos seguros le va a seguir deparando nuevos y hermosos horizontes a la música instrumental venezolana ¡Qué viva La Sinvergüenzura!

La fuerza del destino: Bill Evans

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A Milton Ordóñez, quien un día me descubrió a Bill

El impacto que ha ejercido, ejerce y ejercerá la obra de Bill Evans (1929-1980) a través del tiempo, es imparable e indetenible. Su muy personal lenguaje armónico, sus largas líneas melódicas, su fraseo asimétrico y su acompañamiento de acordes sin fundamentales, han definido e influenciado a toda una generación de pianistas los últimos treinta años, entre los más destacados, Chick Corea, Keith Jarrett, Herbie Hancock y Brad Meldhau. En las manos de Bill Evans, un tema standard se convertía en la versión definitiva de ese tema, como por ejemplo, Someday My Prince Will Come, el tema de amor del primer largometraje de dibujos animados de Walt Disney, Blancanieves y los Siete Enanos, la cual interpretó en innumerables ocasiones.

Siendo un artista que se dedicó por entero a la ejecución del piano (y de los teclados), su influencia va mucho más allá de la esfera que abarca a los ejecutantes de las blancas y las negras. Bill Evans es uno de los músicos más importantes de toda la historia del jazz —aunque podríamos decir también, del siglo XX—, que no sólo innovó y enriqueció el vocabulario del piano sino también el concepto y el lenguaje del clásico trío de jazz, donde cada instrumento se erige con una dimensión y un discurso propios, y no sólo como mero acompañante.

Luego de haber colaborado por espacio de ocho meses con el sexteto de Miles Davis a finales de los años cincuenta, el cual aportó, entre tantas obras maestras, el mítico y canónico álbum Kind of Blue, el cual es considerado el álbum más vendido de toda la historia del jazz, Evans se dedicó, como líder, a desarrollar, junto al contrabajista Scott LaFaro y al baterista Paul Motian, lo que sería una carrera insuperable, en cuanto al trío se refiere. Luego de la trágica muerte de LaFaro, Evans mantuvo toda una suerte de tríos a lo largo de los años, salpicando su discografía aquí y allá como solista. En su último gran trío lo acompañaron Marc Johnson en el contrabajo y Joe LaBarbera en la batería.

De todo el legado artístico que Evans nos dejó, sería interminable enumerar una lista en este espacio, aunque me atrevo a recomendar uno de mis preferidos: You Must Believe In Spring (Warner Bros, 1980 – Grabado en 1977). Muy personalmente, opino que este no es un disco de jazz, sino más bien, un disco de poesía hecha música.

Para finalizar esta breve nota sobre uno de mis más grandes gurús, me permito citar su punto de vista estético, al referirse a la obra de William Blake (1757-1827), poeta, pintor y místico inglés:

“Es casi un poeta popular, pues alcanza elevadas cotas artísticas gracias precisamente a su sencillez. Las cosas sencillas, lo esencial, son las importantes, pero a veces las expresamos de un modo terriblemente complejo. Lo mismo sucede en el terreno musical con la técnica. Intentas dar voz a una emoción sencilla como el amor, el entusiasmo o la tristeza, y suele ocurrir que la técnica entorpece esta labor, que acaba por convertirse en un fin en sí misma cuando no debería ser más que el canal que permite la comunicación entre las ideas y los sentimientos. El gran artista siempre sabe llegar al quid de la cuestión, y posee una técnica tan natural que es imperceptible. Nunca me he topado con grandes dificultades, y eso me preocupa. Espero no acabe convirtiéndose en un estorbo.”

Sobre el romanticismo en la música:

“Si quieres que el resultado sea realmente extraordinario, hay que mezclar disciplina y libertad con mucho tiento, y hacerlo creativamente. Creo que toda la música es romántica, pero me molesta que ese romanticismo haga que la música suene sensiblera. Sin embargo, quien sabe combinar romanticismo y una cierta disciplina alcanza una belleza insuperable.”

Finalmente, Eddie Gómez, uno de sus contrabajistas predilectos y compañero por once años de Evans, dijo:

“No pedía nada extraordinario: que subieras al escenario y dieras el ciento diez por ciento, que no te reprimieras y que, de vez en cuando, asumieras algún riesgo. No se cansó de repetirme que debía olvidarme del legado del difunto Scott LaFaro y que tenía que ser yo mismo. Bill era un tipo expresivo, directo, amable, majestuoso e inteligente, siempre estaba dispuesto a echarte una mano. Su meta era hacer una música que aunara pasión e intelecto, una música que te llegara al corazón.”

VOCAbuLarieS. Bobby McFerrin (2010)

¡Bobby lo hizo de nuevo!

¿Qué más se puede decir del genio indiscutible de Bobby McFerrin? ¡Pues, es muy difícil! Luego de una multifacética y siempre solvente carrera de más de treinta años en el asunto como cantante, director y compositor, McFerrin no ha perdido nunca la habilidad de asombrarnos cada vez. Y en esta oportunidad, el gran gurú, no sólo de la música vocal sino de La Música en general, nos ha sorprendido nuevamente con su último álbum VOCAbuLarieS. El universo sonoro que McFerrin comenzó a explorar con Medicine Music (1990) y Circle Songs (1997), se amplia en este nuevo álbum, pleno de sonoridades corales y orquestales que rayan en algunos momentos con el Impresionismo, con la música del lejano oriente, la árabe, la africana, la música de Europa del este y pare usted de contar. Con la colaboración inteligente del compositor, arreglista y productor Roger Treece y de cincuenta cantantes de diversas partes del planeta, los cuales fueron grabados uno por uno y en pequeños grupos para conformar un coro virtual, y con una capacidad para recrearse y recrearnos constantemente, lo cual no es nada fácil, McFerrin nos brinda una música que, en definitiva y desde hace mucho rato, ya no tiene nada que ver con los cánones de la música comercial. Lejos quedaron los días de Don’t worry be happy. Bobby McFerrin, diez veces ganador del Grammy, ha trazado y sigue trazando los nuevos derroteros, el nuevo Camino de Santiago para la música vocal sin fronteras del siglo XXI. Ahora bien, así se lo habrá pensado Bobby ocho largos años, porque en todo este tiempo nos hemos estado preguntando: ¿cuándo y con qué nos sorprenderá nuevamente? Pues bien, la respuesta se ha hecho esperar y la recompensa ha sido con creces, un álbum repleto de ideas originales y que a medida que vamos avanzando en su audición nos hace preguntar ¿y ahora, qué vendrá?

 

 

C4Trío

 

 

Desde hace aproximadamente unos diez años, se viene gestando en el actual panorama musical nacional, un movimiento integrado por una pléyade de jóvenes músicos que, con toda justicia, podríamos llamar la nueva generación musical venezolana, particularmente en el área de la música instrumental. De este conglomerado que hoy conocemos como la Movida Acústica Urbana (MAU), uno de los mejores fenómenos musicales que ha ocurrido en Venezuela en los últimos tiempos, destacamos dos producciones discográficas pertenecientes al fabuloso C4Trío. La primera de ellas titulada C4Trío (2006) y la segunda Entre manos (2009). Este conjunto está conformado desde sus inicios por Jorge Glem, Héctor Molina y Edward Ramírez, tres talentosos cuatristas que provienen de diferentes ciudades del país, cada uno de ellos aportando no sólo las influencias propias de sus respectivos lugares de origen sino también aquellas que podrían parecer ajenas a nuestros géneros musicales como por ejemplo, el jazz. Ciertamente debemos decir que la idea de reunir varios cuatros no es nueva en el espectro musical venezolano, pero nunca, en cuanto a conjunto se refiere, se había llevado nuestro instrumento nacional a los niveles de virtuosismo y de lenguaje novedoso que esta agrupación exhibe tanto en el estudio de grabación como en directo. Si bien es cierto que el virtuosismo sin arte es un mero ejercicio de narcisismo musical, en este sentido, C4Trío supera el examen con creces. La musicalidad y el dominio de los estilos que exhibe cada uno de ellos, tanto en el rol de solistas como en el trabajo de conjunto, es francamente, a toda prueba. Jorge, Héctor y Edward no sólo se dedican a difundir joyas del repertorio tradicional sino que también se arriesgan incorporando piezas de otras latitudes, así como sus propias creaciones, siempre dentro de una clave venezolana, aportando, cada uno de ellos, lo mejor de su amplio bagaje musical. C4Trío le ha abierto nuevas ventanas de expresión al cuatro venezolano, lo cual le ha brindado la posibilidad de expresarse con solvencia en cualquier parte del mundo. Así que recomiendo ampliamente estas dos producciones discográficas que no sólo representan la labor que ha emprendido C4Trío sino también el excelente trabajo que están llevando a cabo cada una de las agrupaciones que conforman el conglomerado de la MAU, la cual iré comentando próximamente.

 

 


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