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Qué es interpretar (Consideraciones muy personales)

Del Diccionario de la música (Editorial Iberia, 1976):

Interpretación

Ejecución de una obra musical. Este vocablo expresa particularmente el papel asumido por un cantante, un instrumentista o un director de orquesta que se proponen dar a conocer una obra por la audición y que se hallan en cierto modo encargados de traducirla o explicarla, cuando dan realidad sonora al pensamiento del compositor.

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Del Diccionario de la Música y los Músicos (Mariano Pérez, Istmo, 1985)

Interpretación

Ejecución de una obra musical no sólo en cuanto a su materialidad formal, sino también en cuanto a la observancia de todas las pautas que contribuyen a dar realidad sonora al pensamiento y espíritu del autor.

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Con frecuencia asistimos a conciertos donde tenemos la oportunidad de escuchar obras del repertorio coral universal y nacional y, en ocasiones, música original de quien escribe. Y, ahora que contamos con las redes sociales también, con mucha más frecuencia, escuchamos a través de YouTube rendiciones de música coral. Algunas, un tanto felices; otras, tristemente poco. No vamos a hacer un catálogo de cuáles obras y cuántas veces. No es esta la intención de este artículo.

Lo que sí me preocupa es qué entendemos por interpretar. Siempre insisto con mis alumnos de dirección sobre este asunto. Qué es interpretar. Qué es un intérprete. A quién interpretamos. Para quién interpretamos. A quién debemos servir cuando dirigimos. Incluso, cuál instancia como intérpretes debemos asumir cuando dirigimos. Luego de entender estas cuestiones podemos entonces considerar el dónde, el cuándo y, sobre todo, el cómo.

Un gran porcentaje del repertorio coral ha sido compuesto sobre la base de un texto. El porcentaje de obras sin texto es muy inferior por lo que podríamos llamarlas música pura, salvo en aquellos casos en que el título sugiere un carácter, una emoción subyacente en la música, por ejemplo, Elegía, Romance, Plegaria, etc. Esta distinción es importante porque la psicología y el carácter de las obras que contienen un texto son muy subjetivos. Es el texto lo que genera y potencia el pensamiento y las ideas musicales del compositor, convirtiéndolo en intérprete en primera instancia del texto y de su autor. Es el compositor quien nos brinda su interpretación del texto a través de su música, traduciendo en imágenes sonoras aquello que el autor le ha inspirado.

Por tal razón, lo primero que debemos hacer al encarar una obra es leer y comprender muy bien el texto, leerlo en voz alta, declamarlo, buscar la esencia interpretativa del poeta, apreciarlo en su forma esencial intentando hallar las imágenes poéticas que contiene. Una lectura literal y simple no es suficiente. Luego, es muy importante compartir la lectura y su declamación con el coro, de tal modo que éste pueda apreciarlo y aprehenderlo en su forma esencial, como lo que es, un texto con imágenes poéticas que pueden despertar afectos, sensaciones, emociones y sentimientos. Al compartir su lectura con el coro, muy probablemente surjan imágenes, ideas y visiones que no habíamos apreciado en nuestra propia lectura. De allí el carácter movilizador y subjetivo que puede tener un texto poético. O de cualquier naturaleza.

Luego de comprenderlo muy bien, debemos estudiar y analizar concienzudamente cómo el compositor ha interpretado ese texto a través de sus ideas e imágenes musicales, qué énfasis melódico o rítmico hace con algunas palabras, qué tipo de armonía utiliza para reflejar diferentes estados de ánimo, lo que también implica observar muy bien todos los aspectos formales de la obra: indicaciones de expresión, de dinámica, de fraseo, de articulación, de tempi, etc., los cuales forman parte del discurso del compositor, de su pensamiento en función del texto que ha musicalizado. Además, hay que sumar a todo esto los rasgos estilísticos, el período histórico, la sonoridad del idioma, su procedencia geográfica, si el género de la obra es sacro, profano, popular, etc.

De todo esto se infiere que nosotros, como directores, seamos intérpretes en segunda instancia de la dupla autor-compositor.

Cuando obviamos todos estos aspectos incurrimos en una grave falta con el autor y con el compositor, haciéndoles un muy flaco favor. Desafortunadamente, esto ocurre con mucha frecuencia en nuestro medio, cuando el director asume que la ejecución antojadiza y caprichosa de la obra que nos está brindando es su interpretación. Es un síntoma ingenuo e infantil oír decir a un director: “Es que esa es mi versión, mi interpretación”. Habría que preguntarse, ¿Y cuál será la “versión” del compositor?

Damos por entendido, que estamos hablando de obras que en su conjunción texto-música, constituyen un matrimonio feliz. Aunque también se da el caso de malas interpretaciones a nivel compositivo: un poema luctuoso o triste con una música alegre y jubilosa. O lo contrario, un texto exultante, optimista y eufórico con una música trágica o dramática. Estos infelices casos constituyen un divorcio en toda regla.

Me permito abrir un paréntesis para tomar como ejemplo (la lista podría ser interminable) una obra mía, Oiga, compae (1996) que me ha dado un sinfín de satisfacciones, no sólo como compositor sino también como director. Mi intención fue hacer una obra que se sumara, y le hiciera honor, a otra ya existente, El santiguao [1976], de Federico Ruiz, estructurada en forma de preludio y fuga. Una obra que pudiera convertirse en un verdadero tour de force para cualquier coro que se precie de tal. Una prueba de fuego, como lo es El santiguao. Muchos coros, sobre todo venezolanos, han obtenido triunfos en competencias nacionales e internacionales al incluir alguna de estas dos obras en su repertorio de concurso. Oiga, compae está compuesta sobre un tema del compositor popular Manuel Briceño, Dolor llanero, que ciertamente tiene un aire de joropo, el cual es un género de tempo rápido.

Dicho esto, quisiera detenerme en su segunda parte, la fuga. Gran parte de las rendiciones que he podido apreciar en vivo o a través de Internet, la toman a un tempo demasiado rápido, convirtiéndola en un joropo, obviando que esta segunda parte es esencialmente eso, una fuga. Tan sólo lo que he hecho es tomar prestado el tema de Manuel Briceño como pretexto para hacer un preludio y fuga, no un preludio y joropo. Pareciera que mientras más rápida sea la fuga (¿o el joropo?) ¡más “virtuosa” será la “versión”! Es lamentable que aún haya gente que cree que mi obra es un arreglo de Dolor llanero. ¡Pero es que nadie “arregla” una fuga! Bach, por ejemplo, no “arregló” fugas. Las compuso sobre temas propios o prestados. Otro ejemplo: Arroz con leche (muy “golpeada” también), de Carlos Guastavino, no es un arreglo. ¡Es una fuga con todas las de la ley!

Tomar la fuga a la velocidad que está indicada en la partitura ya constituye un ejercicio de virtuosismo en sí mismo, dado lo intrincado de su naturaleza contrapuntística. Pero también su ritmo armónico (la frecuencia menor o mayor con la que los acordes cambian) es extremadamente veloz y, al tomarla a un tempo muy rápido, la secuencia de acordes se vuelve ininteligible. Debido a esta errónea interpretación formal, muchos coros fallan al hacer la fuga, perdiendo sincronía entre las voces, convirtiéndola en un deplorable galimatías sonoro. Pero eso forma parte del síntoma ingenuo e infantil al que me referí anteriormente. Cierro paréntesis.

Luego de todo lo expuesto, no existe para mí más que una sola interpretación: la del compositor. Porque en la partitura está todo lo que éste quiso decir; sólo hay que saber des-entrañarlo. Nuestra tarea, como directores e intérpretes, es servir a esa interpretación, favorecerla a través de una correcta ejecución resolviendo, en primer lugar, los problemas musicales inherentes a la obra, sean vocales, de afinación, de pronunciación, armónicos y rítmicos, y por supuesto, de expresión. Somos, en el buen sentido de la palabra, como un médium que interactúa entre la dupla autor-compositor y el oyente. Estamos al servicio de ambos, como un intermediario, como un traductor que debe interpretar, lo más fielmente posible, de uno a otro idioma. Debemos dirigir para servir a esa dupla y no utilizar la obra para servirnos a nosotros mismos, tergiversándola a nuestro antojo o capricho. En síntesis, nuestra tarea es transmitir, llevar el mensaje de un autor y de un compositor contenido en una obra cualquiera. No podemos convertirnos en compositores a la hora de dirigir, cambiando a diestra y siniestra aquello que ya está definido en una obra. Dirigir no puede ni debe convertirse en un acto narcisista. Por supuesto, nada nos impedirá modificar, ligeramente, algunas indicaciones puestas por el compositor, dadas las condiciones acústicas que pueda tener el lugar donde se lleve a cabo la ejecución de un programa de concierto.

Tomando como imagen dos profesiones distintas a la nuestra: el compositor es el arquitecto; el director, el ingeniero. No lo contrario.

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A continuación, algunas acepciones útiles:

Del Diccionario de la Real Academia Española:

Interpretar (del lat. Interpretāri)

Explicar o declarar el sentido de algo, y principalmente el de un texto. Traducir algo de una lengua a otra, sobre todo cuando se hace oralmente. Explicar acciones, dichos o sucesos que pueden ser entendidos de diferentes modos.

Intérprete (del lat. interpres, -ĕtis)

Persona que interpreta. Persona que explica a otras, en lengua que entienden, lo dicho en otra que les es desconocida. Cosa que sirve para dar a conocer los afectos y movimientos del alma.

Del Nuevo diccionario etimológico Latín-Español (Universidad de Deusto, 2003):

Intérprete (del lat. interpres, -ĕtis)

Agente entre dos partes, intermediario, mediador. Traductor [de una lengua a otra]

Intérprete [intermediario entre dos personas de distinta lengua]

Médium

Intermedio entre dos extremos. Intermediario, mediador. Médium (en espiritismo)

Jorge Luis Borges: ‘Fragmentos de un evangelio apócrifo’

A propósito de la Semana Santa (y de algunas cosas que me ha tocado leer en algunas redes sociales), comparto con ustedes un excelente texto de Jorge Luis Borges, ‘Fragmentos de un evangelio apócrifo’. Originalmente publicado en Elogio de la sombra (1969), a sus setenta años de edad, Borges nos ofrece, muy probablemente en el estilo de El sermón de la montaña, o de algunos libros del Antiguo Testamento, treinta y siete versículos muy personales. En su genialidad, nos deja sin la posibilidad de conocer algunos de estos versículos, los correspondientes a los números 1, 2, 21-23, 35-37, y 42-46, reforzando así la condición ‘apócrifa’ de estos Fragmentos, los cuales nos recuerdan cierto texto de Baruch Spinoza compartido hace un tiempo en este blog.

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3. Desdichado el pobre en espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra.

4. Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.

5. Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria.

6. No basta ser el último para ser alguna vez el primero.

7. Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.

8. Feliz el que perdona a los otros y el que se perdona a sí mismo.

9. Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a la discordia.

10. Bienaventurados los que no tienen hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable.

11. Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha esta en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio.

12. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.

13. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano.

14. Nadie es la sal de la tierra; nadie, en algún momento de su vida, no lo es.

15. Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.

16. No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron.

17. El que matare por la causa de la justicia, o por la causa que él cree justa, no tiene culpa.

18. Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.

19. No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz.

20. Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide…

24. No exageres el culto de la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces.

25. No jures, porque todo juramento es un énfasis.

26. Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira. A quien te hiriere en la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.

27. Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón.

28. Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.

29. Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.

30. No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y éste, de la tristeza y del tedio.

31. Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error.

32. Dios es más generoso que los hombres y los medirá con otra medida.

33. Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar.

34. Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar…

39. La puerta es la que elige, no el hombre.

40. No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser peores o mejores.

41. Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena…

47. Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.

48. Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota o las palmas.

49. Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz a sus días.

50. Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.

51. Felices los felices.

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borges

Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires, el 24 de agosto de 1899 y falleció el 14 de junio de 1986 en Ginebra, Suiza. Es uno de los más importantes escritores argentinos de todos los tiempos. Escribió poesía, cuentos y ensayos, y toda su obra es una gran especulación filosófica acerca de la vida, la muerte, el infinito, las paradojas, el tiempo, el hombre y lo conjetural.

Frases de aquí, de allá y de más allá

Con frecuencia, transitando por la lectura, nos topamos con una que otra frase que nos deja cavilando por un buen rato. Sobre todo, por la síntesis que muchas veces se logra entre brevedad y sabiduría. He aquí una selección de esas frases que he ido atesorando a lo largo del camino leído y que hoy quiero compartir con ustedes, la mayoría de ellas sobre el arte, los artistas, la vida y la muerte.

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«Queda el silencio después de la música y después del sermón, qué importa que se alabe el sermón y que se aplauda la música, tal vez sólo el silencio exista verdaderamente.»

José Saramago [Memorial del convento]

«…el tema que uno precisa está en el grano más simple, la pizca de verdad, de belleza, de realidad, apenas visible para el ojo común…»

Henry James [Los tesoros de Poyton]

«El verdadero artista es aquel que dialoga con su obra; el impostor dialoga con el público.»

Ernst Gombrich

«Ama el arte. De todos los engaños es todavía el que miente menos.»

Gustave Flaubert

«El hombre que no lleva música en sí mismo, ni se emociona con la trenza de dulces sonidos, es propenso a la intriga, el fraude y la traición.»

William Shakespeare [El mercader de Venecia, Acto V]

«El hombre que no pueda imaginar un caballo galopando sobre un tomate es un idiota.»

André Breton

«Técnica, técnica y más técnica… ¡Claro que lo sé! Pero después de la girándula mecánica, conviene recordar que las aves cantan, que las aguas murmuran, que sólo hay un acto que el hombre puede repetir eternamente con originalidad: mirar la naturaleza.»

Miguel Torga [Canto libre del Orfeo rebelde]

«Toda obra de arte,…debe ser una verificación. Si queremos buscar una cosa, tendremos que levantar las coberturas (o piedras, o nubes, pero digamos, como hipótesis, que son coberturas) que la ocultan. Ahora bien, yo creo que no valdremos mucho como artista (y, obviamente, como hombre, como gente, como persona) si, hallada por suerte o por trabajo la cosa buscada, no seguimos levantando el resto de las coberturas, apartando piedras, despejando nubes, todas, hasta el fin. Recordemos que la primera cosa puede haber sido puesta allí sólo para distraernos de la segunda. Verificar, simple opinión mía, es la verdadera regla de oro.»

José Saramago [Manual de pintura y caligrafía]

«Todo objeto tiene dos aspectos: el aspecto común, que es el que generalmente vemos y que todos ven, y el aspecto fantasmal y metafísico, que sólo ven raras personas en momentos de clarividencia y meditación metafísica. Una obra de arte tiene que contar con algo que no aparece en su forma visible.»

Giorgio de Chirico

«Los poetas nos transportan a un mundo más vasto o más hermoso, más ardiente o más dulce que el que nos ha sido dado, diferente de él y casi inhabitable en la práctica.»

Marguerite Yourcenar [Memorias de Adriano]

«Lo malo del arte moderno está en que la imaginación de los procesos sustituye a la imaginación creadora y la gente en vez de saciar el hambre del espíritu con la belleza de la obra, se llena con el talento de los autores.»

Miguel Torga [Canto libre del Orfeo rebelde]

«No. Tal como el santo, el artista no se opone al poder. Aún sin santidad, él es lo opuesto al poder. Más que revolucionario es un rebelado; y más que un rebelado es un rebelde. Un campeón de la libertad, tan libre, que vive en lucha permanente con sus propios demonios.»

Miguel Torga [Canto libre del Orfeo rebelde]

«Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque al menos en mi experiencia, es el placer más curativo. Lo devuelve a uno a la otredad, sea la de uno mismo, la de los amigos o la de quienes pueden llegar a serlo. La lectura imaginativa es encuentro con lo otro, y por eso alivia la soledad. Leemos no sólo porque nos es imposible conocer bastante gente, sino porque la amistad es vulnerable y puede menguar o desaparecer, vencida por el espacio, el tiempo, la comprensión imperfecta y todas las aflicciones de la vida familiar y pasional.»

Harold Bloom [Cómo leer y por qué]

«Se podría dividir al mundo en dos clases: los que entienden de metáfora y los que entienden de fórmula. Los que entienden de ambas cosas no son bastante numerosos para constituir una clase.»

Heinrich von Kleist [Sobre el teatro de marionetas]

«El fuego robado a los dioses es, modestamente, un palo frotado hasta la combustión.»

Miguel Torga [Canto libre del Orfeo rebelde]

«La coherencia es el último refugio de quienes carecen de imaginación.»

Oscar Wilde

«El hombre es capaz de consumir en grandes cantidades pan, vestidos, zapatos y odio. El resto, amor, sabiduría, belleza, sobran en el mundo y no somos capaces de consumirlos del todo.»

Mirolav Pavic [Paisaje pintado con té]

«El verdadero lugar del nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente; mis primeras patrias fueron los libros. Y, en menor grado, las escuelas.»

Marguerite Yourcenar [Memorias de Adriano]

«La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento perpetuo.»

Augusto Monterroso [Literatura y vida]

«No acostumbrarse nunca a la vida. Vivirla hasta el momento final con el alma en un hilo. Siempre por primera vez, con la misma apetencia, el mismo espanto, la misma aflicción. Olvidar en cada puesta del sol el día pasado. Saborear los frutos de lo cotidiano sin tener ya su gusto en la memoria. Nacer todas las mañanas.»

Miguel Torga [Canto libre del Orfeo rebelde]

«Un ser embriagado de vida no prevé la muerte; ésta no existe, y él la niega con cada gesto. Si la recibe, será probablemente sin saberlo; para él no pasa de un choque o de un espasmo.»

Marguerite Yourcenar [Memorias de Adriano]

«Certezas tengo pocas o ninguna. A lo sumo creo que la vida es un absurdo maravilloso y la muerte un escándalo inexorable.»

Miguel Torga [Canto libre del Orfeo rebelde]

«Ciertamente la muerte es una terrible brutalidad –no hay que dejarse engañar acerca de esto– no sólo como acontecimiento físico, sino mucho más aún como psíquico: un hombre es destrozado y lo que permanece es el glacial silencio de la muerte. Ya no existe más esperanza de relación alguna, pues todos los accesos se han roto. Hombres a los que se desearía una larga vida desaparecen a mitad de su vida y hombres inútiles alcanzan una avanzada edad. Esto es una cruel realidad que no debe paliarse. La brutalidad y arbitrariedad de la muerte puede amargar a los hombres hasta el punto de que concluyan que no existe Dios misericordioso alguno, ni justicia ni bondad.»

Carl Gustav Jung [Recuerdos, sueños, pensamientos]


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